Esta es una de mis historias originales, la escribí para un concurso de cuentos, espero les guste, no es muy buena, pero gracias a ella se me ocurrió una novela en la cual he estado trabajando, se las dejo para que la lean y critiquen, y para celebrar que mañana comienzan a pasar en Warner Channel la Segunda Temporada de "The Vampire Diaries", espero les guste:
Entiendo lo nostálgico de volver a esta casa sólo ante su puerta, menos alta que en mis recuerdos, su fachada saca recuerdos de mi infancia enterrados en mi mente, escucho la voz de mi madre llamándome: “Dalia”, desde la puerta abierta, salgo de mis pensamientos para alcanzarla y entrar en la casona, sigo sus presurosos pasos y la oigo murmurar sobre mi impuntualidad, continuamos por el patio del lugar hasta una escalera la cual conduce al interior de la casa, arriba está la estancia donde nos esperan mis parientes maternos sentados en la cómoda sala y en sillas, mi mamá saluda a todos con sociable gesto, yo hago un ademán con la mano, musito un saludo, paso a los últimos lugares para esquivar las miradas de esa parentela de la cual me considero lejana. Llegamos casi al último; esperamos poco para el comienzo de la repartición de los bienes matriarcales, razón de nuestra presencia ahí, no espero recibir nada, mi abuela y yo no fuimos muy cercanas: desaprobaba mi personalidad tan reservada, le desagradaba mi poco femenina forma de ser, prefería a mis primas con quienes se entendía mejor. Con aburrimiento veo como la albacea inicia la lectura del testamento, me decepciono cuando una maravillosa colección de libros, único objeto de mi interés, se le queda a alguien más y me pierdo en recuerdos.
-¡Dalia! –mi nombre a varias voces me sobresalta, fui nombrada y debo pasar a tomar mi herencia, una cajita, mi cara expresa desconcierto y lentamente camino entre las sillas hasta llegar con la portavoz quien continua leyendo cuando tomo el objeto.
-Para mi nieta Dalia dejo un valioso tesoro, cuídalo, sé razonable y responsable en esta situación –esas palabras me avergüenzan más ante la concurrencia pues quienes no me miran con extrañeza lo hacen con envidia, tampoco esperaban que me hubiese dejado algo y un tesoro les parece, como a mí, excesivo y absurdo. Velozmente regreso a mi lugar y permanezco inmóvil hasta el final del testamento, apenas acaba salgo argumentando prisa, es ahora mi mamá quien apenas logra seguirme.
Una vez en mi auto doy un último vistazo a la casa; no regresaré, pronto la venderán y aunque desde la muerte de mi abuelita no entraba, no olvido cuanto en ella viví, decido concentrarme en la realidad, mi mamá sube, le pido se abroche el cinturón, arranco y nos vamos en silencio, va observándome durante el trayecto, finalmente decide hablar:
-No vas a ver qué te dejó mamá –toma la caja en sus manos, argumento el ir manejando para escapar y continuamos calladas hasta llegar a la unidad habitacional donde vivimos, tomo mis cosas, dejo bien cerrado mi querido carro y voy al edificio, el pétreo silencio continua, es glorioso abrir la puerta del departamento y encontrarnos con mi padre y hermano, nos bombardean con preguntas, sin embargo, llega el momento, la pregunta de ¿cuál es la herencia? Y mi obligación, complacer la curiosidad general.
Tengo curiosidad, uno de mis defectos, pero veo esto como erróneo, ignoro ese sentimiento para abrir la caja de madera y encuentro un extraordinario relicario de oro, circular como una moneda aunque grueso, tiene grabada una hermosa estrella de color azul la cual resplandece opacando el dorado objeto, nos asombramos y ahora entiendo menos, no hay congruencia entre ese regalo, la relación con mi abuela y sus palabras del testamento; mi madre insiste en que lo use de inmediato, pongo excusas y voy hacia mi cuarto con calma, ya puedo quedarme tranquila en mi habitación y olvidar el punto.
El día transcurre como agua entre las manos, llega la madrugada, no puedo dormir, veo mi reloj; son las tres de la mañana, trato de conciliar el sueño por millonésima vez, fallo y tomo el relicario, me lo puse en la tarde, no sé por qué lo traigo, contemplo curiosa la luminosidad de la estrella a pesar de la oscuridad, perdiéndome en el dibujo, vencida por el insomnio me levanto, bajo con cuidado de la litera tratando de no despertar a mi hermano, salgo del cuarto para ir a la sala en penumbras, sin pensarlo miro por la ventana, algo me paraliza… frente al edificio distingo la silueta de una persona, su presencia me inquieta, me alejo del ventanal y permanezco sentada en el sofá.
No puedo creerlo, frente a mí algo alejada, una persona está parada, mirándome con tranquilidad, creo estar soñando, nadie más vive con nosotros, estoy muerta de miedo, deseo cuestionar, hablar, gritar de terror, pero parezco estatua, veo sin reaccionar, estoy confundida y temerosa. La persona se acerca y la veo gracias a la luz de las lámparas de la calle que entra por la ventana: de estatura similar a la mía, delgada, su magnifica silueta la delata como una mujer, lleva un vestido oscuro, quizás azul marino, no distingo bien, trae una corta capa con capucha cubriendo su rostro, se acerca y deseo, como jamás en mí vida, salir huyendo, a solo un paso se queda inmóvil y retira la capucha.
La blancura de su piel es nívea, con rostro perturbadoramente agradable y bello como de muñeca de porcelana, refleja tranquilidad, con líneas definidas dibujando dos almendrados ojos de pupilas zafiro, una perfecta nariz, labios rojos y carnosos tan estéticos como delineados con cincel, su cabello es color chocolate, me tranquiliza un poco ver su apariencia pero aún siento miedo; me dirige la palabra:
-Es vital que hablemos –dice con voz clara, indescriptible y segura– siento asustarte, te paralicé con mi poder, al liberarte espero estés lista para conversar, discúlpame. –Vuelvo a sentir mi cuerpo.
-¿Quién o qué eres? –sólo eso articulo.
-Pregunta exacta –expresa caminando hacia atrás– ¿puedo sentarme? –asiento y ella toma un sofá, acomodándose con delicadeza, me mira fijamente– no te preocupes por tu familia, duermen un sueño tranquilo bajo mi poder, podemos hablar con calma. Antes de empezar con mis asuntos responderé a tu pregunta, mi nombre es Rigel, soy una Constelante, lo que ustedes suelen llamar vampiros.
Me pasma la irracional idea, de pronto las palabras de mi abuela son congruentes, la joven queda callada como permitiéndome pensar para hablar hasta estar lista. –Los vampiros no existen –digo en voz baja– y si lo hicieran ¿por qué habría uno en mi sala? –ante tal enunciado una risa graciosa y cristalina se le escapa.
-Tan existimos como que estoy aquí, no temas, no bebo sangre como supones, existen vampiros así, pero soy de otra clase, si me permites te contaré mi historia y podrás juzgar mejor mi caso, sin el contexto histórico no lo entenderías.
-Por favor, Rigel, me tranquiliza que no te alimentes de sangre, quizá estoy en shock y por eso reacciono con tanta calma –ella me dedica una conciliadora sonrisa e inicia:
“Soy inmortal, me alimento de una emoción humana específica, he vivido poco más de 500 años y tengo numerosos poderes. Cuando un Constelante cumple su primer siglo puede vivir entre humanos, con las debidas precauciones para evitar ser descubierto.
“Hace más de 400 años yo vivía en una población española, era joven e inexperta y me acompañaba uno de mis hermanos, habitábamos una hacienda donde era dichosa, sin embargo jamás fui tan feliz como cuando lo conocí a él, un muchacho apuesto, valiente y noble, hijo de un herrero y una morisca convertida cristiana por amor al hombre con quien se casó. Desde nuestro primer encuentro, cuando mi hermano le compró una espada pues él abrazó el oficio de su padre, nos entendimos, éramos amigos, aún cuando mi herrero guardaba su distancia por pertenecer a una clase más baja.
“Toda esa felicidad se esfumó cuando su madre fue acusada por brujería y llevada al santo oficio, él y su padre hicieron todo por probar su inocencia, sólo para ser apresados también como cómplices. Mi hermano tenía cierto trato con un importante hidalgo, con grandes influencias entre el clero, por ello le supliqué le habláramos, él hombre ignoró la petición, aún así conocía su debilidad, su hija a quien no negaba nada y con la cual podía entenderme mejor.
“Yo estaba loca de desesperación, me descubrí ante la joven y su padre convenciéndolos a cambio de mi libertad, juré servir a su familia durante 400 años, para cerrar el pacto les di la esencia de todo Constelante, una joya que es nuestro corazón y se guarda en un relicario, el mío lo llevas puesto”.
-Por eso estás aquí –le digo cuando concluye– se cumplió el plazo, entonces ¿Mi abuela descendía de aquel Noble?
-Sí, al hacer un pacto sabemos que cuando termina nuestro compromiso sólo un descendiente directo nos puede liberar, ella te eligió para eso –le extiendo el relicario– no Dalia –me llama por mi nombre por primera vez– no es tan sencillo, ábrelo –no lo pensé antes, obedezco, está vacío, sólo hay un recubrimiento de terciopelo rojo –el amo esconde la gema evitando la desobediencia del esclavo, no tenemos poder para hacerle revelar la ubicación de la piedra preciosa.
-Y ¿cómo te ayudaré? –cuestiono confusa– no me dijo…
-Lo sé, cuando la familia vino de España lo trajeron con ellos, una noche antes de morir dijo que estaba en su casa, de acuerdo con sus palabras sólo tu puedes encontrarlo, tu puedes ubicarlo, por tanto te pido me acompañes a ese sitio si deseas liberarme.
-Cumpliste lo convenido, eres libre, ¿Por qué habría de oponerme?
-Es el riesgo de un trato así, cumples, pero para entonces con quien hiciste el arreglo ha muerto, su descendiente podría negarse, como te dije no hay forma de saber dónde está la joya; tal vez la independencia jamás se recupere.
-Yo no te hice ningún favor, cumpliré… –quiero decir algo más, pero ella se levanta.
-Gracias, vendré mañana a las dos, tendré todo listo.
Abro los ojos, estoy en mi cama y ya amaneció, los recuerdos de la extraña visita se agolpan en mi cabeza y no sé si soné o no, empiezo mi día con esa duda, Al final me convenzo de lo absurdo de cuanto creí vivir, continuo con mi vida, sin embargo, cuando llego a ver el relicario quedo perturbada y sólo hay una forma de averiguar si cuanto pasó fue cierto, esperar la hora señalada… Aquí estoy, casi a las dos de la mañana mirando la ventana, esperando.
Mi reloj suena, las dos en punto, un escalofrío me para de golpe y alguien me llama, en un santiamén estoy en la calle, camino como sabiendo a donde voy, alejándome de casa, salgo de la unidad, nadie vigila la entrada, extrañamente, ahí espera un maravilloso automóvil azul, lujoso, no pienso en el modelo, me acerco y veo a su conductor: Rigel, me mira y subo al vehículo naturalmente.
-Escuchaste el mensaje –murmura sonriendo con perfectos dientes blancos, no tiene colmillos –estoy controlando un poco tus emociones o no podrías ni hablarme, perdón.
-Está bien, aún así me siento como ida –nos quedamos calladas, después, no puedo evitarlo, una pregunta salta de mi boca– ¿Qué fue de él?
-Gracias a mi amo se salvó, sólo él –comienza tajante– el perder a su familia y la situación lo obligó a irse, yo me quedé a cumplir mi obligación; espía, guardiana, vidente. Poco después fui a buscarlo, estaba lejos, confesé mis sentimientos, pero se había enamorado e iba a casarse –su voz es fría, aún así siento un dolor punzante en el pecho–. Cuando no era necesaria en mi puesto visitaba a mi herrero, al pasar los años dejé de acercármele, ¿cómo explicar el jamás cambiar? Al verlo envejecer me alejé, no sé cuanto tiempo después busqué a su familia, uno de sus hijos era igual a él, veo por su estirpe, siempre hay uno que se le parece, cuando lo encuentro en uno de ellos entiendo lo maravilloso de la inmortalidad y cuan horrible es. Fue mejor así, para compartir mi existencia debí transformarlo en Peón…
-¿Peón?
-Sí, es lo más cercano a tu idea del vampiro, un Peón fue humano, su alimenta de sangre, los Constelantes nunca fuimos humanos, él no merecía una existencia tan oscura –enmudece y ya no investigo más, llegamos a nuestro destino y me pregunto cuál puede ser su plan.
De nuevo ante esta casa. Me aseguro de que nadie nos ve, hay una espesa neblina en el ambiente; observo con detenimiento a mi acompañante percatándome de su nueva vestimenta, una falda negra, corta por delante, larga de atrás y una blusa blanca– lo vi en una película –comenta, le doy una media sonrisa y miro un instante mis jeans y mi chamarra de piloto de carreras.
-A pesar de lo poco razonable, sabía que era verdad todo –murmuro explicando mi vestuario.
-Lo sé, heredaste poderes –pongo cara de sorpresa– la hija de ese hombre español tenía mágicas facultades, otra razón para aceptarme, me pidió ayudarle a protegerla de ser descubierta; en tu familia las mujeres suelen poseer talentos sobrenaturales, aunque tu abuela no poseía ninguno, además al final me volví un cuento familiar, no creía en mí, hace pocos años halló la joya, entendió la verdad de la historia y la escondió aquí, me lo dijo la última vez –yo no reacciono, Rigel no dice más, sólo saca una llave y abre, me desilusiona, esperaba verla usar poderes.
-Los use para convencer a tu tía de entregarme esto –explica, también lee la mente. Entramos y cierra, recuerdo esas noches de historias de miedo compartidas con mis primos en ese patio, en esa misma oscuridad; algo me inquieta y detengo a la vampiresa tomándola del brazo, me mira desconcertada.
-No estamos solas –susurro con temor, me ve con sus ojos celestes y una preocupada expresión, miramos hacia arriba y hay una figura sobre el techo de la casa, alguien de pie sosteniendo un bulto, se deja caer para en un segundo estar ante nosotras. Es un joven rubio, de piel cremosa cual hermoso durazno, ojos color plata, brillantes onzas; no noto sus facciones, algo me horroriza, a nuestros pies deja caer una persona y reconozco a una prima más joven que yo, me hinco junto a ella con un grito tratando de salir de mi garganta, pero está atorado, ahogándome.
-La necesitaba para llegar aquí y… tenía hambre –le escucho decir al intruso con una voz deliciosamente varonil, ante esas palabras toco el cuello de la inconsciente, tiene dos agujeros tan anchos como para dejar entrar un dedo pulgar, me siento desfallecer, me logro controlar– lo siento princesa, mi misión es obtener lo que vino a buscar –continúa él.
-No te metas con una Constelante –dice Rigel alargando sus uñas como cuchillas, su cara luce diabólica por la furia y dos grandes colmillos saliendo de su boca, va a atacarlo, pero la derriba otro Peón salido de la nada, pelean en la parte más oscura del patio, solo escucho gruñidos parecidos a los de fieras masacrándose, él vampiro se acerca pausadamente mirándome con ojos metálicos en los cuales me pierdo, ya está a mi lado hablando en mi oído con su hipnotizante voz.
-Vas a morir –declara– ella no ayudará, su poder se mengua sin la gema –de pronto nada importa, me invade la calidez y el cosquilleo en mi cuello, me sumo en el placer, mi mente la ocupa el cuadro de sus ojos plateados. Sin embargo, otra imagen aparece junto a la del despampanante Peón, un muchacho, imperfecto, a quien no recuerdo.
No, sí lo evoco, es a quien amo, mi condición es parecida a la de Rigel, no tengo el amor de él, pero lo quiero sin condiciones, rememorarlo destruye la ilusión y noto un frío acero en mi cuello, la verdad es los dolorosos colmillos de los cuales, sin saber como, me suelto sintiendo mi piel desgarrándose, él me mira incrédulo, mi sangre sale a borbotones por la herida– te liberaste, nada cambia, igual morirás desangrada sin la tranquilidad que te ofrecía –su afirmación me hace temblar, va a donde la Constelante lucha para también atacarla.
Estoy desesperada, aprieto con fuerza la lesión, la hemorragia continua, me levanto, debo ayudar a Rigel, soy la única oportunidad, recuerdo el dato dado por mi atacante y me concentro en la gema. Capto dos detalles: de todas mis primas sólo yo adoro leer, el último regalo de mi abuela fue un libro que le pedí prestado de su colección, acopio mis fuerzas y repito el camino de mi última estadía, de memoria pues la penumbra es completa.
Me recargo en la pared de la sala, continuo pasando junto a un gran ventanal, al fin llego al pasillo que da a las habitaciones interiores, en él está un librero, vació, caigo junto al mueble, subo mi vista derrotada observando un tragaluz, oscurecido por las tinieblas, pero algo brilla en él, parece un foquito rojo, hago otro sobrehumano esfuerzo, me paro, subo al librero, me siento morir, al fin lo palpo, no es un foco, es una piedra la cual se desprende apenas la toco.
Caigo del mueble y creo haberme roto algo, abro mi mano y a través de mi propio llanto veo una ovalada joya, un rubí, entonces me arrastro hasta el ventanal que pasé y sé da al patio, con mis últimas fuerzas abro la ventana, tres pares de ojos voltean a donde estoy, sólo la mirada azul se acerca a mí, siento una cálida mano tomar mi brazo y… despierto.
De nuevo en mi cama, llevo mi mano a mi cuello y no está el relicario, pongo mis dedos en donde las perforaciones de los colmillos y encuentro dos granitos como piquetes de mosco, experimento gran frustración ya no sé si fue realidad o fantasía. Algo llama mi atención, justo a lado hay una nota:
Gracias:
Resolví todo, tu prima está bien tal como tu, fue mucho cuanto hiciste por mí.
Volveré con los míos para averiguar sobre esos peones, cuando termine eso te visitaré para hablar con calma de mi mundo y tu vida.
Cuídate amiga.
ATTE: Rigel
Regresó y cuanto me contó lo dejaré para otro día..
Algunas aclaraciones:
Primero, nunca me ha gustado incluirme en mis historias, pero una de las reglas del concurso es que quien lo escribía debía ser el protagonista.
Segundo, es muy corto porque se exigían sólo 300 palabras, así que tuve que limitarme mucho porque como ya habran notado soy muy chorera, bueno espero les haya gustado y nos estamos leyendo.