14 DE FEBRERO: UNA FECHA EN MI CORAZÓN.
Para ella era un día más, pero era obvio que el resto de las personas no pensaban lo mismo, durante todo el día había visto como todos los muchachos de la preparatoria entregaban a sus respectivas novias, cajas de regalos, flores, peluches, chocolates, etc., aquellas chicas también correspondían con obsequios, “Cursilerias” pensaba ella, pero en el fondo deseaba ser una de esas afortunadas jóvenes pero no lo demostraría abiertamente.
Ana Kyouyama caminaba por un monton de tiendas abarrotadas de gente cuando recordó la escena del día anterior, su prometido paseándose por toda la casa pensando en los regalos para sus amigos, después de todo también era el día de la amistad, en cuanto decidió los obsequios salió corriendo, pero dejo en la mesa una lista, decía:
REGALOS:
Manta
Len
Horo- Horo
Ryu
Chocolove
Fausto
Lizerg
Al final de aquella lista se encontraba su nombre pero éste se hallaba tachado, por un momento él la había considerado. “¿Acaso no figuro para Yoh ni siquiera como una amiga?” se preguntó ella. “No” se contestó a sí misma “Claro, para él soy su capataz, su esclavista, su entrenadora pero nada más”. Ese pensamiento la hizo sufrir, esa era la triste verdad.
Algo la saco de sus pensamientos, era un joven que caminaba por la calle, un muchacho muy conocido por ella, era Len Tao, quien caminaba cargando una bolsa llena de regalos.
-Hola Ana– dijo el chico en cuanto la vio además de apresurarse a esconder la bolsa.
-¿Para que la escondes si ya la vi?– fue la respuesta de la itako con su tono habitual de voz, ante esa observación él muchacho volvió a poner la bolsa al frente, Ana pudo mirar como de ésta asomaba un conejito de color azul –es el regalo para Pilika ¿Verdad?
-S- sí– contestó el muchacho rojo como un tomate –también son los regalos de los demás.
-Me lo imaginaba– dijo ella disimulando su curiosidad.
-Toma– dijo el joven extendiéndole una caja de chocolates, ella estaba sorprendida pues no esperaba recibir nada.
-¿Por qué razón me das un regalo?– preguntó ella sin perder su tono frío.
-¿Cómo puedes preguntar eso? De verdad eres una buena amiga Ana, ¿crees que se me olvida? De no ser por ti jamás le hubiera dicho a Pilika lo que siento, nunca hubiéramos sido novios y…
-El tonto de Horo- Horo jamás hubiera permitido tu relación con su hermana– interrumpió la sacerdotisa.
-Así es– confirmó el joven.
-Yo no hice nada.
-Sí, como no, él de inmediato fue a decirle a Yoh la manera en la cual lo habías amenazado.
-Pues aún así no creo que sea para tanto.
-Bueno, yo mejor que nadie conozco tu terquedad, por cierto ¿Qué vas a regalarle a Yoh?
Aquella pregunta dejó fría a la itako, ¿por qué tenía que preguntarle eso? –nada– le contestó después del breve momento de desconcierto.
-Ana, no le darás ese regalo que haz estado haciendo las últimas dos noches, anteayer te vi en la sala cuando Pilika y yo llegamos del cine, además reprobaste el examen de Literatura y no pudo ser por falta de estudio, pero sólo tú tienes la desfachatez de decirle al maestro “Su examen me aburrió y me dormí”– terminó de decir imitando la cara de frialdad de ella.
-¿Sabes que eres un metiche?– dijo Ana sin cambiar sus expresiones –el haberle hecho un regalo no quiere decir que lo entregue, ¿para qué?– dijo mirando a otro lado.
-Pues yo se lo entregaría, Tamao podría ganarte, ella sí le va a dar algo.
-Ya lo sé– dijo sin mirar a los ojos al chico Tao –yo misma le ayude a envolver ese regalo, creo que ya se te esta haciendo tarde – dijo de pronto para no continuar con ese tema –si no te apresuras Pilika se enojara contigo.
-Sí, tienes razón pero recuerda lo que me dijiste: ‘No es un pecado demostrar nuestros sentimientos cuando son puros y salen de lo más profundo del corazón’– aquella frase dejó sin palabras a la rubia, la cual después de despedirse de su amigo continuó con su camino.
Al fin llegó a la pensión Asakura, en cuanto entró se percató de la ausencia de todas las personas de la casa. Fausto le había dicho que iría a pasear con Elisa, Len y Pilika debían estar comiendo en algún restauran, pero ¿dónde estaba Yoh? Habían salido juntos de la escuela pero él se había quedado platicando con unos compañeros, aún así ella se tardó mucho con sus lentos pasos y en su platica con Len.
Entró despacio y en la mesa encontró una nota:
Anita:
Ryu, Horo- Horo, Manta y yo salimos a comer,
no creas que no quise avisarte ^_^U,
pero Manta nos avisó de improviso.
Trataré de regresar temprano.
Yoh ^_^
PD: dejé comida para ti en la cocina.
Ana resopló molesta mientras arruggaba la nota en su mano para después tirarla al suelo en tanto entraba a la cocina.
Una vez ahí, revisó la comida hecha por Yoh, en verdad a últimas fechas el muchacho había mejorado su sazón, pero ella no tenía hambre. Se sentó en una silla y recordó la escena de la noche pasada …
Ana descansaba un poco recostada en la mesa, giro su mirada hacia el reloj de pared, la 1:30 AM marcaba éste…
-Srta. Ana– escuchó decir a sus espaldas y de inmediato volteó su atención a esa voz, Tamao se encontraba en el umbral de la puerta.
-¿Qué haces despierta a estas horas?– preguntó la itako con un tono frío, el mismo de siempre.
-¿P- podría ayudarme?– preguntó tímidamente la joven de pelo rosa.
-Otra vez tú miedo a la oscuridad– dijo Ana sin mucho interés.
-N- no, no es eso, por favor Srta. Ana– dijo mientras juntaba sus manos –ayúdeme a envolver el regalo del joven Yoh.
-¿Vas a darle un regalo?– cuestionó la joven rubia sin cambiar su voz.
-S- sí, si no es mucha molestia.
-Bueno te ayudaré, ¿qué es?
-Le compre un mini stand para discos, así podrá acomodar sus nuevos discos de Bob.
-Ya veo, vamos– dijo mientras se levantaba y seguía a Tamao hasta su habitación.
Una vez dentro de la habitación de la niña rosa, se sentó a un lado de la ventana mientras observaba a Tamao sacar el regalo junto con papel para en volver de color…ROSA. Ana pensaba en lo inadecuado que le parecía el color, pero bueno era elección de Tamao y no iba a criticarla.
-Debes haber ahorrado mucho para poder comprar este regalo– dijo Ana mientras observaba el objeto.
-N- no en realidad– contestó avergonzada la aludida –disculpe Srta. Ana a usted ¿no le molesta que le entregue este regalo al joven Yoh.?
-Claro que no, se lo das porque lo quieres mucho ¿no?
-Bueno yo –trataba de hablar en tanto un enorme sonrojo invadía su rostro.
-No tienes por qué avergonzarte– contestó con su tono frío mientras comenzaba a envolver el regalo.
-Pues… -comenzó hablar a un más roja –sí– contestó Tamao al final.
-Ya veo– dijo Ana colocando cinta adhesiva para sostener la envoltura del regalo.
Ana sacudió su cabeza despertando de aquellos pensamientos.
“Siempre lo quiso, desde niños ha estado enamorada de Yoh”, pensó ella mientras se levantaba de la mesa , “por qué me hago tonta”, se dijo a sí misma, “yo también me enamore de él desde que lo conocí, pero a diferencia de mí Tamao siempre se lo ha demostrado y yo…”, sus pensamientos se interrumpieron un instante, “Yoh es muy observador, no importa que se haga el despistado –pensó frunciendo un poco el seño–, ¿ya se habrá dado cuenta de los sentimientos de Tamao?”, comenzó a subir las escaleras hacia su habitación, “¿qué pensará Yoh de Tamao? Y si el ya se hubiera dado cuenta… ¿sería más congruente que la prefiriera?”, pensó con una gran tristeza reflejada en sus ojos, pasó a un lado de la habitación del shaman y pudo observar el regalo de envoltura rosa a un lado de la puerta.
“Por lo visto Tamao no tuvo el valor de entregárselo en persona”, fue su último pensamiento antes de entrar a su habitación.
La rubia entró lentamente en su habitación, mientras cerraba su puerta dejó escapar un largo suspiro, caminó hacia uno de los muebles de su habitación, el mueble tenia 4 cajones de forma vertical, se agacho para abrir el último de dichos cajones, primero sacó varias telas y después una bolsa negra, una vez con la bolsa en sus manos se levanto y cerró el cajón con su pie, se sentó junto a su ventana y comenzó a mirar la bolsa con insistencia, de pronto un recuerdo vino a su mente, una imagen sucedida una primavera atrás…
Los dos caminaban por las calles de Fumbari, de pronto el chico a su lado se detuvo en frente de una tienda.
-¿No es lindo? – preguntó Yoh a la sacerdotisa, la cual detuvo su andar para observar lo que el muchacho le señalaba.
-¿De qué hablas? – preguntó con desinterés.
-De ese muñeco del aparador, se parece a Matamune ¿lo recuerdas?– preguntó el chico con una tierna sonrisa en su rostro, que hizo a la itako sonrojarse.
-Si lo recuerdo– contestó ella mientras reanudaba sus pasos, no deseaba oír algún comentario sobre su sonrojo. El muchacho de inmediato comenzó a caminar detrás de ella, ninguno de los dos volvió a comentar nada durante todo el camino.
-Se parece a Matamune– repitió ella de manera pensativa –, sí, por eso se me ocurrió la tonta idea de hacer esto– dijo mientras de la bolsa que sostenía sobre sus manos sacaba un gatito de peluche de color amarillo y con dos colas –¿sabes?– dijo mirando el gato entre sus manos –por tu culpa mi promedio en literatura será muy bajo.
En cuanto dijo eso se levanto para dirigirse a otro rincón de su habitación, en él había una caja de un tamaño bastante grande, estaba cerrada con un candado, ella saco una llave de dentro de la bolsa de su blusa escolar. Se inclinó frente a la caja y la contempló por unos momentos, después de su contemplación, abrió el candado para así tener acceso al contenido de la caja, dentro de ella se encontraban pequeñas tarjetas hechas a mano, algunas compradas, muñecos de felpa y una que otra caja de dulces o chocolates.
-En realidad– dijo mirando todas las cosas dentro de la caja –mis malas calificaciones son culpa de mi cursilería.
Entró en la casa esperando no hacer demasiado ruido, no deseaba ser regañado por su prometida, mucho le había advertido Ana que si salía con sus amigos no deseaba ver la escena del año pasado…
Ana comía tranquilamente en la sala, de pronto escuchó como la puerta era abierta estrepitosamente.
-¿Dónde están?– se oía gritar a alguien desde la estancia, la chica decidió ir a ver la razón de tal escándalo. Una vez en la estancia vio como Yoh buscaba por todos los rincones.
-¿Se puede saber qué demonios te pasa?– preguntó con brusquedad la chica.
-Anita que bueno que estás aquí, no haz visto una caja de color café como de este tamaño– dijo indicando su volumen con las señas de sus manos.
-Te refieres a los regalos de esos vagos – dijo refiriéndose a los amigos de Yoh.
-Sí – sonrió cándidamente–, pero no son unos vagos– aclaró nerviosamente el castaño.
-Eso dices tú– reclamó ella en tanto una venita aparecía en su sien –, pero bueno están en la cocina– dijo mientras lo guiaba a aquel lugar.
Una vez encontrado su objetivo tomó la caja y se dirigió a la salida mientras se dirigía a la puerta.
-Nos vemos Anita, no te preocupes volveré a tiempo para hacer la cena– dijo el muchacho para después salir velozmente de la casa.
Una vez más no recordaba en dónde había dejado los regalos aunque esta vez aquellos que se suponía ya debía haber enviado tanto a Lizerg como a Chocolove, los cuales no habían podido ir a reunirse con sus otros amigos. Una vez que Yoh se cansó de buscar decidió examinar el piso de arriba, decidió subir lo más de prisa que pudo.
Del fondo de la caja, Ana sacó una pequeña tarjeta, ésta tenía dibujada un bonito paisaje de unas montañas, la verdad ella reconocía no haberlo iluminado muy bien, encima del dibujo se encontraba escrito con letras de color azul: FELIZ CUMPLEAÑOS YOH. Después de volver a colocar la tarjeta en su lugar, saco una caja de chocolates, en la cual, en una pequeña tarjeta decía: FELICIDADES, en la tarjeta estaban impresas unas campanas y en la caja de los chocolates se apreciaba un moño navideño. Poco a poco y con mucho cuidado fue sacando todos aquellos obsequios y detalles.
Al fin en su habitación, el muchacho comenzó a buscar la caja de regalos pero por más esfuerzos que hacia no podía recordar dónde la había dejado, al fin decidió preguntarle a Ana, salió de su habitación para solicitar la ayuda de la itako, apenas se acercó, observó la puerta entre abierta, dentro podía observar a la chica registrar una caja.
-No– dijo Ana para sí misma, pero en un tono alto, como si hablara con alguien más –en realidad no es culpa tuya– comentó mirando al gato de peluche –si saqué esas malas calificaciones es por que la idiota de Ana Kiouyama está enamorada.
Yoh se había detenido justo antes de tocar, el ver a su prometida mirando aquella caja lo había intrigado bastante, sabía lo mal educado de escucharla sin que ella se diera cuenta, pero la verdad su curiosidad, esta vez, había podido más que el miedo a la itako, y mucho más la necesidad de conocerla más, de comprenderla aún cuando tuviera que hacerlo sin el consentimiento de ella. ahora aquellas palabras pronunciadas por la sacerdotisa resonaban en su cabeza “La idiota de Ana Kiouyama está enamorada.”
-Esa es la única verdad, estoy enamorada de él como una tonta pero no puedo reconocerlo– dijo mientras su voz comenzaba a temblar –lo he amado tanto todos estos años, y la única prueba es todo esto– murmuró entre sollozos –todos los regalos que durante años he guardado, ocultado, pero no he tenido el valor de entregarte, ¡DEMONIOS!– comentó bruscamente mientras tiraba un golpe al suelo –hasta Tamao tiene más valor que yo, ella siempre le ha demostrado lo que siente y yo…yo…yo no– terminó de decir comenzando a llorar mientras abrazaba el gato.
El muchacho quedó paralizado ante las lágrimas de Ana, nunca la había visto llorar así, pero más por su llanto, le había petrificado la confesión inconsciente de la sacerdotisa, lo amaba, ella se refería a él cuando dijo que siempre lo había amado, el chico apretó fuertemente su puño derecho y con cuidado entró en la habitación, silenciosamente se acercó hasta ella, la cual aún lloraba inclinada sobre el felino artificial.
-Por favor Anita no llores– fue lo único que fue capaz de decir al encontrarse de cuclillas frente a la joven.
La rubia levantó su rostro asustada, sus ojos aún derramaban lagrimas pero su expresión estaba paralizada, ella lo miró a los ojos, no podía creer lo cuanto veía, ahí estaba Yoh, el hombre a quien más había amado, al que su corazón, su mente y su alma adoraban con locura y del cual, estaba segura, estaría enamorada aún cuando su vida terminara, después de salir del terrible desconcierto se puso de pie como un resorte y miro a Yoh con expresión de espanto. El joven también se puso de pie:
-Ana yo…- intentó explicar el joven.
-Pero ¿qué haces aquí?– pudo decir ella mientras dejaba caer al suelo el gato que hasta hace unos momento sostenía en sus brazos.
Yoh se agachó para levantar el muñeco y lo miró con ternura –se parece a Matamune– dijo dándoselo a ella –discúlpame Anita, estaba escuchando lo que decías y…- se paralizo al ver como ella lo miraba con furia
–No quiero oír una palabra tuya, sal de mi cuarto en este instante y… déjame en paz.
-Ana– la interrumpió Yoh tomando una de las manos de ella –yo siento lo mismo por ti y siento no habértelo demostrado antes.
-No digas mentiras– dijo Ana –para ti yo no significo nada.
-Para mi lo eres todo, eres aún más bonita que las estrella vistas en la colina del cementerio – dijo abrazándola. Ana no podía sentirse más feliz solo pudo abrazar a Yoh y sintió los brazos de él rodeándola.
-Al fin pude entregarte mis regalos– dijo ella mientras se aferraba más al cálido abrazo del chico.
-Y yo puedo decirte cual es mi regalo, aunque en realidad siempre te ha pertenecido – dijo acercándola más a él, provocando su sonrojo y el de la itako –mi corazón– comentó mirándola a los ojos.
-No podría haber mejor regalo que mirarme en tus ojos– dijo ella continuando con el abrazo, él la separó un poco para verla a los ojos y muy lentamente fueron acercarse hasta juntar sus labios en un hermoso y tierno beso que dejó ese 14 de febrero como una fecha muy especial grabada en su corazón.